≫ Lágrimas de luz: buena idea pero aburrida

Compartir

Lees la sinopsis de Lágrimas de luz y te engancha. ¿Ha dicho Tercera Edad Media? El sentimiento se incrementa con la portada. ¿Qué hace un laúd en una nave espacial? Compras el libro, con emoción, y comienzas a devorar las primeras páginas. Mola, pero… hay algo que no me cuadra. Es el texto. Ya mejorará… Pero no lo hace.

Lágrimas de luz: las buenas ideas no siempre dan buenas novelas

Me fastidia mucho tener que hacer una mala reseña sobre novelas de ciencia ficción porque no es algo lo habitual. No porque me dedique hinchar los libros que leo, sino porque solo leo lo que me gusta. Si no es así se suelen quedar por el camino y nunca llegan a tener reseña, pero hay veces que acabas un libro por «obligación», como ocurrió con La guerra de calibán de la saga The Expanse (lo necesito para seguir la historia), para poder decir a ciencia cierta lo malo que es (el caso de Iacobus), o porque ya has leído demasiado y quieres ver cómo acaba. Ese es el caso de Lágrimas de luz.

El poeta y la corporación

Lágrimas de luz

El mundo creado es original en su idea. Trasladar la sociedad de las novelas de la Edad Media a una ambientación espacial. Así tenemos poetas, señores feudales, monasterios, ideales de cruzada, etc. Las primeras treinta o cuarenta páginas de la novela son muy atrayentes. Tiene una muy buena presentación. Y es una pena, porque una vez se le cae el maquillaje se revela la auténtica naturaleza de la novela.

El universo no se expande pasadas cincuenta páginas, y con ese inmovilismo resulta que no estás ante una sociedad medieval sino a la humanidad adoctrinada con los ideales de la Conquista, marcada por los caprichos de la ciudad-ordenador de Nueva York, que actúa como un rey absoluto. Entonces parece que es una distopía, pero tampoco, porque la novela se queda sencillamente corta en ideas. Te da igual de dónde esté el protagonista, todo te parece el mismo lugar.

Es una lucha entre el hombre que quería ser poeta en una de las naves de la corporación, cantando las gestas de los guerreros conquistadores, y el que quiere criticar a esa misma corporación. A priori puede parecer una historia sobre rebeldía en la que veremos acontecimientos que nos emocionen, pero no. Lágrimas de luz es la novela de un hombre tirando piedras a su propio tejado pero por dejadez, no por compromiso.

El protagonista inactivo y los deus ex machina

Los eventos van sucediendo y el protagonista, el único que tiene punto de vista y que por desgracia nos acompañará hasta la última página, se limita a contárnoslos. ¡Qué gran diferencia con el maravilloso storytelling de El largo viaje a un pequeño planeta iracundo! Él está ahí, pero como si no estuviera, todos los que están a su alrededor son mucho más interesantes que el protagonista. Por profesión es normal que se dedique a contar las hazañas de otros, pero su pasividad es absoluta y si no fuera por los deus ex machina que tiene la novela (unos cuantos) no habría nada que contar.

Su vida es un poco así.

El monstruo venía hacia mí, pero yo no podía apartarme porque el mundo es muy duro y está lleno de dolor. No sé si el monstruo era rojo o verde, porque soy daltónico. Qué desgracia, ¿no? Podría haberme apartado mientras digo todo esto, pero la vida es cruel y debo decírtelo cada dos párrafos.

Así es Lágrimas de luz, básicamente

Porque Hamlet, que así se llama este pelmazo, es un tipo que nació cansado. Para colmo, es el narrador de una novela en primera persona. Eso no tiene por qué ser malo, pero si el protagonista es aburrido y estamos oyéndole hablar, vamos a hartarnos de la lectura. Eso es lo que me pasó a mí. Es Hamlet el que hace que Lágrimas de luz se vuelva aburrida por las constantes opiniones que lanza en varios puntos de la historia, hablando directamente al lector. Y es él, como narrador, el que genera el siguiente problema.

Las eternas descripciones

El gran enemigo de la novela. Hamlet habla y nunca calla. No solo en los diálogos, sino en las descripciones. Madre mía, qué cuesta arriba se hacían las páginas. No hace mucho terminaba de redactar el artículo sobre cómo describir en una novela según Brandon Sanderson. Se me metió en la cabeza la idea de la brevedad para agilizar la lectura. Lágrimas de luz es todo lo contrario, párrafos de trescientas o cuatrocientas palabras para describir a un personaje menor o el aspecto de un plato de comida. Y monólogos reflexivos cada dos por tres. Absolutamente insufrible.

¿Recomiendo leer Lágrimas de luz?

No. Bueno… maticemos. Solo, y digo solo, si te entusiasma la literatura densa, con descripciones muy hermosas pero excesivamente largas. Como las que te puedes encontrar en esas obras del colegio que te decían que eran clásicos pero tú no podías tragar. Si te gustan esas novelas, te gustará. Pero opino que no es gran cosa. Si quieres, puedes adquirirla en Lektu. Pero aviso, te resultará algo difícil de leer porque te incitará a dejar de leer. Ha sido toda una decepción.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *